Y comprendí que todo fue un juego de mi ego, que siempre estuvo, estará y cada vez crece más y más dentro mio.
También comprendí que las pequeñas cosas que componen a uno, por más que parescan insignificantes y hayamos creído superarlas, nunca las vamos a dejar atrás.
Finalmente, no solo comprendí sino que también acepté que las personas no cambian ni porque quieran, ni porque lo necesiten.
Es así. Es infinito.
El ego y los defectos son infinitos.
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